jueves, 20 de agosto de 2015

Barometro de educación para la ciudadania

Parque de Postdam
Poco a poco el verano va dando sus últimos coletazos. Cierto es que desde hace unos años la temporada estival abarca bastante más que el clásico mes de agosto de vacaciones de principio a fin. Los días ya son más cortos y la vuelta al cole ya asoma en los comercios a golpe de costosísimas campañas publicitarias. Cuidado con los Minioms, que amenazan con convertirse en plaga a partir de la semana que viene.

Años atrás, otro clásico de estas fechas era el bombardeo de los coleccionables de lo más variopintos y enciclopedias de todo tipo, pero ya sabemos cómo funciona el mundo editorial desde que tenemos este gran invento del todo gratis por internet.

Y como no, también van llegando los momentos de los propósitos de enmienda, el recuperar buenos hábitos o empezar a tenerlos como los clásicos dejar de fumar, ponerse a dieta, acudir al gimnasio, aprender inglés para encontrar trabajo o para ese viaje que deseas hacer en tus próximas vacaciones.
Pero como el calor todavía aprieta, uno tiene aún calientes los recuerdos de este verano y si me permiten, voy a traer a colación una cosa que he venido observando en los pocos viajes que he hecho en mis vacaciones a lo largo de estos años.

Afortunadamente he tenido la oportunidad de poder conocer otras culturas y otros países, sorprendiéndome con un denominador común en la mayoría de los sitios en los que he estado, el respeto por lo público. Es asombroso ver la limpieza de ciudades como Berlín o Londres, donde especialmente esta segunda, es un auténtico hervidero de gente dificilísimo de gestionar, donde la gente come en la calle, en cualquier plaza o banco o tirado en el césped. No caes en la cuenta de eso hasta que te encuentras con que no tienes papelera donde tirar esa botella de agua o el papel del currywurst que has comprado en un puesto callejero. ¿Qué hacen con los desperdicios esa gente? Pues muy sencillo, si es preciso caminar con él durante 100 metros hasta poderlo tirar en el lugar apropiado se hace y si esa papelera está llena, se espera a la siguiente. No como aquí, donde aunque se tenga la papelera al lado del banco en el que esta uno comiéndose el helado se deja el envoltorio en el suelo. Que decir de esos enemigos de la limpieza pública llamados chicles y pipas.
Como ejemplo les comentaré una anécdota vivida en Berlín. Un hombre acaba de comprarse un helado y en el primer lengüetazo la bola cae al suelo. Parece la imagen de un sketch o una comedia televisiva, pero todo alcanza mayor hilaridad cuando mi compañero de viaje y yo observamos como el hombre intenta volver a poner la bola en el cono. ¿Se la ira a comer…? Pues no, el hombre estaba retirando los restos de su helado para que nadie lo pisara y se manchase o pudiese caer. Vamos, que igualito que aquí con las dichosas caquitas perrunas.

Estos pequeños detalles hacen más humanas y habitables las ciudades, pero para eso hay que educar a las nuevas generaciones en el respeto a lo público, ya sean jardines, calles, mobiliario urbano… ¿Cómo hacerlo? Evidentemente lo más importante es la labor de cada uno en su casa con los suyos y todo ello apoyado en los colegios y con campañas que vayan más allá de la impresión de panfletos. Demos una vida alternativa a nuestros parques y calles y hagamos participes de esta vida a todos, especialmente a los más pequeños.

Claro está que tal vez me esté siendo más utópico que un discurso de Tsipras hace un par de años, pero al menos se debería intentar, pese a que sé que estoy pidiendo peras al olmo. Si no han sido capaces en estos años a la hora de hacer las nuevas calles de dotarlas de elementos de seguridad para peatones y ciclistas, solo por poner un ejemplo.


Escena típica en Amsterdam
Y para terminar y hablando de bicis, que buen barómetro es el ver el uso de la bici en las grandes ciudades europeas para comprobar el desarrollo de un país. Ver cómo la gente se mueve en el centro no solo de Ámsterdam, el paraíso ciclista, sino de otras ciudades más grandes como Berlín y saber que en Madrid la empresa que gestiona el alquiler de las mismas tiene que afrontar gastos enormes por vandalismo y hurto, pone a cada uno en su lugar y desgraciadamente el nuestro en este capítulo roza el tercermundismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo, estamos a años luz y no sé si alguna vez cambiaremos...